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La obsesión comunista por "la memoria"

Publicado: 2010-09-05

No deja de llamar la atención la curiosa obsesión que muestran los comunistas (hoy transformados en progres, derechohumanistas, ambientalistas y científicosociales) por lo que llaman ansiosamente "la memoria". Con este término pretenden hacer referencia a la época del terrorismo de izquierda vivido por el Perú en los 80. Lo que para mi constituye un verdadero tema de estudio social es esta novedosa obsesión por "la memoria". ¿Qué se pretende?

Ninguna persona, comunidad  o nación requiere procedimientos jurídicos especiales para preservar su memoria histórica. Se trata de un hecho natural. Tanto la memoria como el olvido son hechos naturales. Nadie tiene que mover un solo dedo para que se produzcan. En la vida de las naciones son los escritores los que preservan la memoria y son los historiadores los que la reconstruyen, juntando las imágenes para explicarlas en cada época, de acuerdo a las nuevas cosmovisiones. Todo lo que se pretenda hacer para falsificar una imagen o para sembrar señas que traten de engañar a los futuros estudiosos, serán reveladas. Es inútil. Tomen esto como ejemplo: ninguno de los intelectuales que trató de recubrir la Revolución Francesa con bellos ideales humanistas, tratando de justificar sus muertes, logró borrar la patética realidad de barbarie y crueldad que se vivió, por designio casi exclusivo de M. Robespierre. ¿Acaso no salió a flote toda la miasma de la revolución, una vez que se calmaron las aguas y empezó la reflexión? Los días de la Revolución Francesa siguen apestando en la memoria de Francia a pesar de la distancia. Eso nadie lo podrá cubrir jamás.

Nosotros también tenemos nuestra propia historia y memoria. Podemos acceder a muy variados análisis de la época de la Guerra del Pacífico y de la guerra misma. Nadie tuvo que crear "museos de la memoria" ni hacer tanta alharaca y tontería con la cuestión de "la memoria". Los que quieran recordar la masacre aprista en Trujillo, lo pueden hacer. Existen varios textos que se ocupan de tales hechos. Seguramente los apristas lo recordarán. Tal vez tengan hasta su pequeño museo de la memoria. Por lo menos tienen sus mártires. Otro ejemplo: tenemos también memoria de la masacre de campesinos en Ancash, ocurrida en el gobierno de Andrés Avelino Cáceres, quien envió tropas a enfrentar la revuelta de Atusparia. Todo ese curioso episodio está documentado y escrito. Hay, incluso, una obrita escrita por Julio Ramón Ribeyro, llamada "Atusparia". Es decir, la memoria está allí para cualquiera que desee revisarla. No hace falta hacer absolutamente nada para que la memoria exista. Lo repito: la memoria y el olvido son hechos naturales. Desde que se inventó la escritura y los medios para preservarla, es muy difícil que la memoria de los pueblos desaparezca. No hace falta pues que ningún genio de hoy se preocupe tanto por preservarla. Eso, más que ridículo, es estúpido. Por ello mismo nos revela otras intenciones que debemos advertir.

Entonces debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que realmente quieren los progres? ¿Cuál es su propósito, objetivo, finalidad, intención, deseo, anhelo, plan? ¿Qué quieren estos señores? Lo que yo creo es que buscan, en primer lugar, tergiversar la verdad de los hechos, como pretendieron hacer los intelectuales para cubrir la Revolución Francesa. Los comunistas reciclados de hoy son los que en la época del terror estuvieron en las galerias, observando la masacre que perpetraban sus amigos terroristas, justificándolos y alentándolos con sus discursos y artículos, y además, condenando el accionar de las Fuerzas Armadas. Desde luego, los excesos que se cometieron en medio de la guerra por parte de algunos miembros de las Fuerzas Armadas (pues son seres humanos), sirvió como excelente pretexto para tratar de equiparar la violencia. Y hoy se ha convertido en el objetivo principal de los progres señalar esa culpa "institucional" de las FFAA. Ese es todo su objetivo. Hay que decirlo claramente.

Es decir, los actos de terror realizados por los miembros de una izquierda extremista (alentados por la izquierda tibia), realizados con premeditación y planificación, siguiendo un Plan Maestro del Terror y fundados en una Doctrina del Terror, con una organización del terror y para el terror, fueron equiparados a las acciones eventuales y esporádicas cometidas por jóvenes oficiales, que jamás se imaginaron enfrentar tal escenario, ni recibieron tal entrenamiento, ni podían distinguir al enemigo, y que actuaron básicamente guiados por el miedo y el terror que los propios terroristas habían generado en el ambiente. Miedo y terror que no solo afectó a los miembros de las Fuerzas Armadas sino incluso a los propios campesinos, quienes también cometieron sus masacres, como la de Uchuracay, que por desgracia le tocó vivir a la prensa.

Me considero testigo excepcional de esa época porque la viví. Pude ver su formación y crecimiento inevitable en la universidad. Luego de haber conocido a los dementes de Sendero Luminoso conocí los desórdenes mentales que generó la guerra del terror desatada por ellos, pues los vi directamente en el Hospital Militar, mientras hacía mi internado. Los soldados y oficiales de la ZE (Zona de Emergencia) llegaban al sótano, donde se hallaba Departamento de Psiquiatría. Conocí de primera mano los relatos de los soldados. Incluso los documenté. Vi la tragedia de sus familiares. Algunos oficiales asesinados eran amigos míos, gente buena y noble asesinada cobardemente mientras caminaban por las calles, sin tener siquiera oportunidad de defenderse. Vi el terror en las rutas de la sierra, pues tuve que viajar más de una vez a enterrar a parientes y amigos, asesinados sin tener culpa alguna de nada. Viví el terror desde mis días de universitario, escuchando la prédica y las consignas de los alucinados de la izquierda. Tuve que bajar varias veces de un bus y hacer fila contra la pared para que los soldados nos revisen a todos, apúntándonos con sus fusiles durante las noches del toque de queda. Por todo eso me considero un sobreviviente de la masacre de izquierda en el Perú. Así que creo que puedo escribir al respecto con algo de autoridad.

De manera que el primer error que cometen los comunistas reciclados de hoy, es equiparar el terror en todos los frentes. No hay manera de equipararlos. Como no hay manera de esconder la verdad. El terror fue iniciado y promovido por la izquierda como estrategia política. Estrategia que estuvo y está aun escrita en el catecismo de izquierda, la que se predicó en San Marcos y Huamanga (y muchas otras universidades, incluyendo, por supuesto, a La Católica), durante casi dos décadas. (Desde el triunfo de la Revolución cubana, para ser más exactos). Alentados por el gran impulso que le dio a la izquierda la dictadura de Velasco Alvarado, quien les permitió acceder a amplios espacios de la sociedad y la política. Sólo hacía falta una chispa para encender el polvorín de la izquierda peruana a fines de los 70. Esa chispa justamente se llamó Sendero Luminoso. El terrorismo empezó cuando estos dementes colgaron perros muertos en los postes del centro de Lima, con carteles que decían "Muerte a Deng Xiao Ping". Esa fue la primera señal de que había una secta de alucinados psicópatas que se creían en la China de Mao, y revolucionarios capaces de matar por una fantasía.

En fin, la historia del terrorismo promovido por la izquierda peruana de diversas formas durante los 80, unos actuando directamente y otros justificándola en sus artículos, como hoy lo hacen estos progres, ha sido ampliamente documentada por los medios, pues ocurrió en plena democracia. Precisamente debido al clima de libertad en que se vivía, los medios tuvieron una acción decisiva en la denuncia y revelación de las masacres de todos lados, tanto que les tocó vivir su propia noche negra, a causa de su entrega a la profesión. Por todo esto, nunca hubo ninguna necesidad de armar el circo de la CVR, como no fuera tan solo para tratar de torcer la verdad de la historia, pretendiendo mostrar que toda esa época fue un estado general de crisis, en el que todos tienen la culpa. Desde el inicio estuvo claro que la intención de los comunistas reciclados y disimulados, era equiparar el terror en todos los frentes, señalar que nadie tuvo la culpa, que hubo disparos desde todos lados y que no se puede señalar un responsable. Mentira. Sabemos perfectamente quiénes fueron los responsables. Nadie puede cambiar la historia. Ni siquiera los comunistas rusos ni los nazis pudieron cambiarla ocultando evidencias, enterrando muertos, quemando papeles o escribiendo libros de historia. Nada transforma la verdad de los hechos. Y en el Perú nada ocultará la responsabilidad de la izquierda.

Terminado el circo inútil de la CVR ahora pretenden establecer "la memoria". Una vez más, no hay otra intención que la de esconder la responsabilidad de la izquierda. Me parece que estamos frente a una crisis de remordimiento histórico de la izquierda peruana. No sé si esa crisis es para algunos lamento de no haber actuado, de haberse quedado en la comodidad de la vida burguesa, esperando el triunfo de Sendero Luminoso para salir luego a servir a Abimael Guzmán en algún cargo, tal como lo hicieron antes con Velasco Alvarado. No sé si será un remordimiento, pero si lo fuera, deberían hacer su psicoterapia grupal reconociendo su error y lavándose las manos manchadas de sangre, aunque sea simbólicamente. No sé si habrán aprendido algo. Me intriga verlos allí, hablando ahora de "deconstruir" la verdad y de preservar la memoria. Por desgracia, la mente es un territorio muy volátil. Cervantes nos dio un buen ejemplo de esto con Don Quijote. Pero nosotros tenemos nuestros ejemplos de carne y hueso. Siempre los hemos tenido, por desgracia. Me temo que la izquierda conserva todavía un amplio segmento que me parece parte indudable de la psicopatía social, a la que deberíamos aprender a enfrentar, antes de que acaben con nuestra democracia.


Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social