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La credibilidad del Estado

Publicado: 2010-11-14

La credibilidad es un atributo del que gozan las personas (naturales y jurídicas) frente a la percepción del público. Se han hecho muy pocos estudios de la credibilidad del Estado. Algunos estudios se han centrado en determinados organismos como el Congreso, el Poder Judicial o el Gobierno, encarnado siempre en el Presidente de turno. Aunque estos estudios parecen estar orientados a medir otro tipo de percepciones, como la confianza o el grado de aprobación general. De modo que podemos decir que no hay estudios acerca de la credibilidad.

La credibilidad es un factor complejo de estudiar en las personas, como la mayoría de componentes subjetivos. Pero es más fácil analizarlo como atributo de un organismo público, debido a que sabemos qué comportamientos afectan su credibilidad en las personas. Lamentablemente vivimos en un país en donde los estudios científicos son escasos y el gobierno prefiere adivinar las decisiones que guiarse de datos científicos. Lo mismo ocurre con los congresistas que muy rara vez basan sus debates en datos reales obtenidos científicamente. Por lo general se enfrascan en discusiones inútiles que podrían resolverse de manera muy fácil si contaran con información real, técnica o científica. Hemos visto que incluso se discute sin saber si hay gas suficiente. Un dato preciso acabaría con esa discusión.

Otro defecto de nuestra política es que nunca se miden resultados de gestión. Un concepto que recién se ha venido escuchando en este gobierno y el anterior, pero que aún no se implementa como política de Estado. Así acabaríamos con esa costumbre inveterada de lanzar programas y medidas populistas, y también con los psicosociales, pues al cabo de un tiempo concreto se sabría si dio o no resultados. Además esto mejoraría enormemente la credibilidad del Estado.

Sin mediciones de gestión estamos condenados a repetir permanentemente los mismos errores. En muchos casos no hace falta apelar a estudios demasiado técnicos o científicos, ya que los resultados son evidentes. El grave problema es que ellos no son tomados en cuenta. Dado que todos los funcionarios públicos, como por ejemplo los ministros, son aves de paso, no tienen mayor interés en los resultados de sus decisiones debido a que estos se evaluarán, si es que se evalúan, cuando el Ministro ya haya dejado la cartera. Sus intereses son, por tanto, inmediatistas. Por eso prefieren el populismo y el psicosocial. Esto además tiene la virtud de engañar las percepciones del público por cuanto generalmente le siguen la corriente.

Desde luego no todos los ministros son iguales. Hemos tenido recientemente muy buenos ministros de economía y de comercio que han tomado decisiones pensando en las consecuencias de corto y largo plazo. Pero otros ministros, como el de Transporte, por ejemplo, ha capeado el temporal de los problemas de su sector apelando únicamente a psicosociales. Los dos psicosociales más empleados son la creación de nuevas entidades y la modificación o generación de nuevas leyes o reglamentos, con más multas y mayores costos. De este modo se le hace creer a la gente que se está "actuando enérgicamente" para responder a los problemas. Desgraciadamente los problemas no se solucionan con reglamentos ni entidades ni multas. Esto sería como pretender combatir el terrorismo simplemente con un cambio del Código Penal que fija el delito y le impone una pena de muerte. Por ello, las medidas del Ministro Cornejo como la creación de la SUTRAN y sus reglamentos de tránsito y de multas a los peatones, son tan solo psicosociales inútiles.

Las entidades, especialmente las supervisoras o reguladoras, sólo tienen sentido cuando existe un sistema que debe ser vigilado. Pero para esto primero hay que crear el sistema. No puede haber una entidad supervisora del caos, como pretende ser la SUTRAN. Por ello su primera medida ha sido inventar novedades que nunca han formado parte del sistema. Es decir, ha entrado directamente a la improvisación de medidas alocadas y caprichosas, como la instalación de un GPS en cada bus que recorre el Perú. Algo inaudito realmente. De hecho eso no va a impedir que sean asaltados y que los choferes cometan imprudencias y choquen en las angostas carreteras del país, en las que hay que invadir necesariamente el carril contrario para adelantar. Pero lo peor de todo ha sido designar para su dirección a una persona completamente incompetente para dicha función, demostrando que se trata tan solo de un cargo político y no técnico, y de un organismo político y burocrático.

Pero quizá la medida más ridícula de todas ha sido el de las multas a los peatones. Esto no se lo cree nadie. Primero porque las multas ampliadas y reforzadas para los conductores no han resuelto nada, y es imposible imponérselas a todos los infractores, porque es una tarea que excede la capacidad de cualquier fuerza policial. Si esto es así para con los conductores, ahora es obvio que las multas a los peatones van a caer muy rápidamente en el desprestigio, pues resulta materialmente imposible imponerle multas a más de medio mundo. Es una medida irreal, ilusoria, fantasiosa. No se puede resolver la ignorancia, la incultura y la irresponsabilidad general con multas. Más aun si vivimos en medio del caos del transporte, con autos que no respetan los cruceros peatonales, que se estacionan sobre las veredas sin que nadie absolutamente se digne a imponerles una multa, con semáforos peatonales inservibles, etc.

Todas estas medidas absurdas del Ministro Cornejo sólo sirven para mellar más la credibilidad del Estado. Si no era posible esperar soluciones, ahora ya ni psicosociales creíbles podemos esperar. ¿Qué va a pasar cuando la población compruebe que las multas para peatones no funcionan ni sirven para nada? ¿Cómo va a terminar la imagen del Estado cuando las multas degeneren en otra fuente de corrupción, cuando el sistema diseñado se enrede en la burocracia de los trámites? Todo el diseño se ve muy bonito sobre el papel, pero tiene el defecto de ser ilusorio y completamente burocrático.

Para colmo, todas las medidas acaban recargándole más el trabajo a los ya agotados policías. Deberían percatarse de que la policía está hasta el cuello de responsabilidades y, francamente, no les pagan para tanto. En suma, me parece que todas estas medidas inútiles del Sr. Cornejo solo van a lograr que la imagen y la credibilidad del Estado -y, por tanto, de los políticos en general- sigan cayendo cada vez más bajo. Y lo peor de todo es que con ellos arrastran a los policías.


Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social