Ley del Cine o sancochado de película
La primera pregunta que debemos hacernos es una muy simple: ¿necesitamos una ley del cine? Si uno está libre del burocratismo, tendrá que responder que nadie necesita una ley del cine, como tampoco se necesita una ley de la telenovela peruana o una ley de la comida peruana o del fútbol nacional. No se necesitan esos rollos. La gente puede vivir perfectamente sin que el Estado se meta a legislar en la vida, a menos, claro, que desee intervenir como "promotor", o sea, ofreciendo dinero.
Las justificaciones que suelen presentar los burócratas legislativos son básicamente las mismas de siempre, y se pueden representar con un solo verbo muy trajinado en la redacción leguleyista: "fomentar". Aunque también se usa "promover", "descentralizar", "difundir", etc. Son los verbos favoritos de la burocracia. Con eso justifican cualquier adefecio legislativo. El argumento principal es que pretenden promover la cultura. Este argumento es muy deleznable, pues el cine básicamente es un negocio del rubro del entretenimiento. Nadie va al cine a culturizarse. Dejémonos de tonterías. Puede que haya cine cultural, pero es minoritaria. El cine puede ser tan cultural como la música chicha o las polladas. Tan solo falta que a alguien se le ocurra hacer la Ley de la Pollada Peruana.
La ley del cine solo puede entenderse de dos formas: primero, porque los legisladores padecen de una especie de manía compulsiva que los lleva a hacer una ley para cada segmento de la existencia humana; y segundo, porque hay una argolla de lobistas tratando de sacar una ley para favorecer sus propios negociados. Escoja usted la alternativa que mejor le parezca. Aunque vale marcar ambas opciones. De hecho, todo el lío que se ha armado alrededor de esta ley circula alrededor de la plata y de quién va a recibir más plata. ¿O no?
La verdad es que toda la palabrería que hay en esa ley no es más que eso: pura palabrería. Lo único concreto es que un pequeñísimo sector de afortunados va a resultar beneficiado con dinero fácil del Estado. Y lo peor de todo es que nadie dice nada acerca de cómo se va a devolver ese dinero. Creo que nadie se ha preocupado porque ese dinero retorne, una vez que la película financiada produzca ganancias. ¿O es que se trata de un obsequio? ¿O es que no se va a exigir calidad de mercado? El camino más fácil para que los congresistas se ganen alguito, es sacar leyes para asegurarles a algunos sectores su cuota de dinero fácil, ya sea por el camino de usar un fondo público o por el desvío de impuestos o por la exoneración. Como no es su plata, a nadie le importa. Hacerse el bueno con dinero público es el deporte favorito de nuestros congresistas. Al final, para lo único sirven efectivamente estas leyes de fomento, promoción o como quieran llamarlas, es para abrir las puertas de la corrupción y de los faenones. Eso ya deberíamos saberlo.
Claro que la imagen que nos venden a todos, tontos por supuesto, es que están defendiendo la cultura peruana. En el concepto popular de "cultura" cabe de todo, hasta la música de Tongo. Cualquier cosa puede ser vista como "cultura". Habría que aclarar que así como no toda la música es cultura, tampoco todo el cine lo es. Más que una simple expresión cultural, como la poesía, el cine es un negocio, como cualquier otro. Y eso lo prueba el hecho de que las películas peruana nunca se han interesado por mostrar la cultura peruana, sino apenas la pobreza peruana. El cine es el arte de contar bien una historia y de venderla. Si es buena te la compran, y si no, sigue intentando. Así es la vida, y así son los negocios. Asumir el cine como "cultura" es promover los adefesios que a veces nos obligan a ver en las salas de cine por fuerza de ley (por abuso de ley, debería decir).
De otro lado, nadie puede venir de parte del Estado y decirte a ti, como dueño de una sala de cine, que debes exhibir obligatoriamente un adefesio de película por un cierto tiempo, solo porque es peruana. Que tal concha. Acá se han olvidado que también existe la libertad de empresa. Cuando a los periodistas les tocan con un pétalo su libertad de expresión, gritan hasta el cielo, pero cuando atentan contra la libertad de empresa, nadie dice nada. Increible. Este país es de Ripley.
Otra cosa que no entiendo es el interés de estos congresistas por abrir salas de cine en provincias. Esto me da risa. Dicen, con cara de preocupados, que en provincias no hay cines, como si dijeran que no hay salas de cirugía. ¿No se habrán puesto a pensar que si no hay cines es sencillamente porque no es negocio o porque a nadie le interesa? También podríamos decir que no hay salas de ópera, no hay pistas de patinaje, en fin, no hay un montón de cosas, porque no todo les interesa. Así de simple.Lo que pasa es que acá la gente cool mira el mundo desde su estrecha perspectiva y cree que ir al cine es una cuestión de vital importancia para la vida humana. Pero no lo es. Afortunadamente.
Además, cualquiera que haya ido a provincias recientemente y se haya paseado por los mercados y tiendas, habrá visto que está invadido de películas. Todo el mundo sabe que por el valor de una entrada de cine se pueden comprar tres o cuatro películas en DVD. La piratería es parte de la cultura peruana y universal. El país entero está repleto de piratería. Y es que la tecnología permite eso. Las copias digitales son prácticamente perfectas y cualquiera las puede hacer. No se puede pretender corregir con una simple ley una realidad de ese tamaño. No se puede ser tan ingenuo o tonto.
Lo que deberían hacer estos sabihondos congresistas es ir a provincias y poner salas de cine con su propio peculio. De paso se llenarán de plata legítima, si es que su idea resulta correcta, por su puesto.
En suma, creo que ya estamos bastante grandecitos para que los congresistas quieran sorprendernos con una ley pro lobys, con el cuento del apoyo a la cultura. El cine es un negocio. El que quiere ganar dinero haciendo cine que invierta o que busque socios o financistas, que así es como se hacen las buenas películas. Lo único cierto es que acá se busca ofrecer dinero fácil del Estado a un grupo de privilegiados. Para colmo, ha generado polémica porque nunca están satisfechos. De hecho, lo que se ofrece es tan ridículo en la industria del cine, que, repartido entre todos los interesados y posibles beneficiarios, no les va a alcanzar ni para media película mediocre. Así que de todos modos van a tener que buscar otro tipo de financiamiento. Lo mejor sería dejar el asunto del cine fuera del ámbito del interés del Estado y dejarlo en el escenario de la actividad privada de la sociedad, que es donde debe estar. Además hay que recordar que todo lo que toca el Estado con sus manos acaba mal. Así le ocurrió al fútbol peruano y al cine mexicano, que cayeron en la mediocridad gracias a las leyes de fomento del Estado.
En todo caso, propongo que esto se lleve a consulta popular, como suele hacerse en los países civilizados, cada vez que alguien hace una propuesta legislativa que involucra dineros públicos. Dentro de pocos meses tendremos una elección, y ese puede ser el momento en que se someta a consulta, esta y otras propuestas, que pretendan emplear fondos públicos para determinados propósitos. Ya hemos hecho esto con la ley del FONAVI y creo que es un buen camino para involucrar a la población en esta clase de decisiones.