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La demencia religiosa

Publicado: 2011-01-05

El asesinato de Salman Taseer, gobernador de la provincia de Punjab, ocurrido ayer en Islamabad, Pakistán, es una postal de la demencia religiosa que se vive en la mayoría de estos países dominados por la religión, y producto de la intromisión del Estado en la religión. Algo que a muchos acá puede parecerles lejano y exótico, pero que en realidad no lo es, menos ahora que el Estado peruano ha declarado la igualdad religiosa, abriendo el escenario para la intromisión colectiva de ese carnaval religioso que tenemos.

El punto en discusión por estos días en Islamabad y todo Pakistán, ha girado en torno a una famosa "ley contra la blasfemia". Otra vez una ley. El político asesinado estaba en contra de dicha ley y ha pagado con su vida tal osadía. Así es como se vive en estas sociedades fanatizadas por ideas religiosas.

Hace dos años asesinaron a una de las más inteligentes políticas que ha visto el mundo: Benazir Bhutto. Ahora se trata de otro político moderado, es decir, de esos que tratan de infundir un poco de racionalidad al pueblo. Los fanáticos religiosos, cegados hasta la estupidez por su fe, han gritado "Dios es grande" para festejar el asesinato de Salman Tasir.

El detonante de la crisis actual fue la firme actitud que mostró Salman Tasir frente a la absurda condena impuesta a Asia Bibi, una mujer campesina y cristiana de 45 años, condenada a muerte por blasfemia, nada menos. Así andan las cosas en esos lares.

Como era lógico esperar, numerosas organizaciones de derechos humanos y la Iglesia, apelaron la sentencia de Bibi ante el Tribunal Supremo de Lahore (la capital de Punjab), que hasta el momento no se ha pronunciado. Tasir declaró muy convencido de que si el tribunal no conmutaba su pena el presidente Asif Alí Zardari, de quien era un estrecho aliado, la indultaría. Esto fue suficiente para desatar las iras santas de los fanáticos y asesinarlo de ocho disparos.

Pero esto es algo que ya se veía venir hace varias semanas atrás, pues el caso contra Asia Bibi fue cobrando mayor envergadura y calentando el ambiente. Sahibzada Fazal Karim, líder de Sunni Ittihad, ya había amenazado con «contundentes represalias» si el Gobierno modificaba la ley antiblasfemia. Fazal Karim envió  una advertencia al propio Zardiri de que «no habrá paz» en Pakistán si modifica el artículo 295-C del Código Penal, o sea, el castigo a la pena capital (horca) por caer en blasfemia. «Advertimos de una fuerte reacción si se tocan las normas de legislación. Estamos dispuestos a todo si se lleva adelante una revisión de la ley»,  ladró ante la multitud, advirtiendo además que «hay miles de fieles musulmanes dispuestos al sacrificio» por preservar esa estúpida ley.

Esta ley contra la blasfemia se ha convertido en un arma letal, hablando literalmente. Desde luego, a cada rato lleva a situaciones insólitas, como las vividas por el doctor musulmán Naushad Valiyani, en la provincia de Sindh. El fue detenido el pasado mes en Hyderabad tras ser denunciado por un visitador médico, quien  lo acusó de blasfemia por haber tirado a la basura su tarjeta de presentación. Resulta que el visitador médico se llamaba Muhammed Faizan, por lo que el acto del médico se interpretó como un insulto hacia Mahoma (Muhammed). Según el jefe regional de la Policía, el médico pidió disculpas, pero eso no evitó que varios islamistas acudieran a la Policia a poner una denuncia por blasfemia. Así de locos están por la religión.

Este reciente asesinato se suma al atentado perpetrado contra los cristianos en la última Navidad, ocurrido en una iglesia copta en Egipto. Por lo que se aprecia, no hay ninguna posibilidad de que esta ola demencial impulsada por los creyentes religiosos vaya a terminar y ni siquiera a reducirse. Deberíamos sentarnos a pensar en cómo enfrentar este problema y, mejor aun, en cómo evitarlo. Desde mi punto de vista la solución es solo una: hay que evitar las religiones.

Se dirá que acá no tenemos ese problema. Si, pero lo podemos tener, desde que albergamos diversas religiones, unas más locas que otras. Y más ahora que todas ellas gozan de igualdad de condiciones, gracias a las fabulosas leyes que se dan en nuestro Congreso. También nosotros tenemos varias muestras de fanatismo religioso. Algunas de ellas, como la Procesión del Señor de los Milagros, han alcanzado ribetes de símbolo cultural. Así se comienza. Pero hay otras muestras más sutiles. Por ejemplo, nos han llenado los parques con estatuas de vírgenes. ¿Qué derecho tienen para hacer eso? ¿Y el respeto a los demás? ¿Y dónde están las autoridades?

Acaban de dar una ley de igualdad religiosa cuyo texto es un verdadero mamarracho imposible de digerir mediante la razón, pero nos acerca al respeto por las minorías religiosas. Dicho así, suena bien, pero el respeto es una cuestión cultural y no se maneja con leyes. Lo que se intenta es que el Estado reconozca en igualdad de condiciones a cualquier disparate que se presente como religión o credo de fe, sin importar en quién crean, salvo en el Diablo, dice la ley, haciendo una discriminación muy curiosa. Aunque viendo de lo que son capaces los creyentes en Dios, no sé qué miedo podemos ya tener frente a los creyentes en Don Diablo. Después de todo, ambos no son más que fantasía.

Lo importante es definir hasta dónde irá el compromiso del Estado frente a estas logias religiosas. Creo que si queremos que este mundo empiece a transitar por una via de mayor racionalidad, lo mejor que podemos hacer es colocar a las religiones lo más lejos posible del Estado, y más aun, promover la independencia mental de las personas frente a cualquier forma de creencia religiosa. Un paso interesante sería proteger a los niños de la educación religiosa, impidiendo que el adoctrinamiento religioso se de en menores de 14 años. Hay que crear un rango de edad de protección ideológica. Eso sería un buen avance en favor de la racionalidad.

No sé quién ha inventado el "derecho de los padres a la educación religiosa de sus hijos". Eso me parece una aberración. ¿No tiene el Estado la obligación de velar por la protección de los niños? ¿Y no tendría que ser la protección de la salud mental de los niños, una obligación fundamental del Estado? No creo que el envenenamiento ideológico de los niños sea un buen comienzo para generar una sociedad más civilizada.


Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

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