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Por qué somos subdesarrollados

Publicado: 2011-01-19

Hace unos años fui invitado a una conferencia sobre el tema de por qué somos subdesarrollados. La verdad es que el asunto no me entusiasmaba demasiado porque era un tema bastante trillado. La novedad consistía en que el conferencista era un ingeniero y, como todos sabemos, los ingenieros no se dedican a estos asuntos. Así que francamente no esperaba mucho de la conferencia. Mejor dicho, no esperaba nada. Pero fui por cortesía.

Para entonces, por supuesto, ya conocía muchas explicaciones del subdesarrollo. Desde las subdesarrolladas tesis de la izquierda que suelen culpar de nuestros fracasos a los EEUU, las empresas extranjeras, las transnacionales, el capitalismo, el neoliberalismo, la CIA, el FMI, Supermán y el ratón Mickey; hasta las copiosas teorías socioantropológicas que culpan al pasado colonial, la conquista, el centralismo, etc., incluyendo los que sospechan de las condiciones geográficas que nos han condenado a un cierto aislamiento respecto de las regiones más civilizadas del planeta. En fín, muchas explicaciones. ¿Habría alguna novedad?

El conferencista estaba listo y empezó a la hora exacta. Comenzó hablando de sus viajes por el mundo y sus visitas a los países más ricos y más pobres, mientras que la gente seguía llegando y colmando el salón. Al cabo de unos diez minutos de historia personal entretenida, dijo que daba por concluida la introducción y se disponía a empezar su disertación, en vista de que el salón estaba ya casi lleno. Y para no hacerla larga, lo resumiré así: nos dijo que éramos subdesarrollados porque somos impuntuales, desordenados, desorganizados, cochinos, porque no respetamos a los demás ni respetamos las normas, porque queremos obtener ventajas fáciles y pretendemos evitar el trabajo y la responsabilidad, porque no sabemos ahorrar ni nos atrevemos a invertir, y porque no sabemos reconocer nuestros defectos y le echamos la culpa de todos nuestros problemas a factores ajenos a nosotros mismos. Obviamente nos quedamos lelos.

El Ing. se llamaba Octavio Mavila. Por esos tiempos el joven presidente Alan García lo fue a buscar en persona para invitarlo a ser Ministro de Estado, pero fue desairado por el ingeniero, quien se sumó así a aquella larga legión de peruanos que se negaron a ser ministros de Alan García, en sus tiempos de Caballo Loco. Pero las ideas del Ing. Mavila sobre las claves del desarrollo se plasmaron en un breve "Decálogo del Desarrollo" que fue bien acogido por la entonces Ministra de Educación, Mercedes Cabanillas. Este decálogo empezó a enseñarse en los colegios y tenía diez simples reglas: orden, limpieza, puntualidad, respeto a los demás, respeto a las normas, entrega al trabajo, honradez, etc. El texto de su discurso así como el decálogo pueden bajarse de la web en forma de libro. Solo tienen que buscar "decálogo del desarrollo".

El decálogo llegó a enseñarse en México incluso con más fervor que aquí, confirmando que nadie es profeta en su tierra. Con los cambios ministeriales y de gobierno ocurridos en el Perú, la enseñanza del decálogo se fue dejando. Creo además que a cierto régimen que empezó predicando sobre la honradez y el trabajo, en el fondo no le simpatizaba el tema de la honradez, así que el decálogo fue dejado de lado por completo.

Desde un punto de vista pragmático, que es como los ingenieros miran las cosas, la educación escolar debería ser esencialmente lo que dice ese decálogo. Yo estoy por admitir que la mitad de la enseñanza escolar debería ser sustituida por este tipo de enseñanza pragmática, pero esencial para la conformación de una sociedad, en lugar de ese cúmulo de conocimientos "científicos" que se les hace memorizar inútilmente a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. A mi me da mucha pena ver que los niños tengan que aprender y memorizar conocimientos insulsos, que podrán ser muy científicos pero que no nos sirven absolutamente para nada, ni para ser mejores personas ni para aplicarlos en nuestra vida comunitaria. Por ejemplo, las partes de una flor o el nombre de cada capa de la atmósfera.

La primera vez que viajé a los EEUU tuve ocasión de conversar con jóvenes recién egresados de la escuela de leyes, y me sorprendió descubrir que tenían grandes lagunas en los conocimientos que acá estimamos habituales y, quizá, elementales. Por ejemplo no sabían lo que eran los premios Nobel, a pesar de que su país gana varios cada año. Por supuesto, no tenían la menor idea del Perú. Me preguntaban cosas como ¿de qué vive la gente en el Perú? Entonces recordaba mis días de estudiante secundario, cuando me sentía superior por conocer las capitales del mundo y sus ríos. Los norteamericanos apenas saben que existe el Everest porque lo vieron en una película de Hollywood.

De hecho, los norteamericanos no son imbéciles ni ignorantes, como algunos caviares suelen escribir en sus columnas, tomando esta clase de ejemplos como prueba. Al contrario, son más inteligentes que nosotros porque saben seleccionar la información. No aprenden por aprender. No agarran los "conocimientos científicos" de la A a la Z y los empiezan a memorizar, como hacemos nosotros, sin ton ni son. Ellos no terminan el colegio saturados de conocimientos insulsos a los que no le encuentran ningún sentido en la vida. Acá nos ocurre, creo que a todos, que siempre nos preguntamos ¿para qué aprendo esto? Estamos en una época en que la ciencia ha avanzado tanto que es materialmente imposible ocuparse de todo. Por ello hoy es indispensable seleccionar la información. Esto lo hacen incluso los motores de búsqueda web. Antes de enseñar o aprender, hay que saber qué necesitamos saber para ser competitivos y triunfar en este mundo. De lo contrario, la educación carece de sentido. Es un saludo a la bandera. Se invierten o gastan miles de millones de soles en una educación insulsa.

Decididamente creo que si la educación escolar se simplificara (lo que no quiere decir que se desmejorara) para atender saberes más pragmáticos y útiles para la vida, haríamos mucho más por el país. Un Plan Educativo Nacional tiene que empezar por determinar los objetivos que deseamos alcanzar como país, para enseguida definir qué se necesita saber para llegar a esa meta. Los estudiantes necesitan conectarse con el mundo real, con su mundo inmediato, y sentir que lo que aprenden tiene sentido en sus vidas. Necesitan saber cosas elementales para vivir en este mundo y, específicamente, en esta ciudad o en su ciudad. Incluso deberíamos enseñarles cómo se usan los servicios higiénicos, pues una gran mayoría de gente acá no sabe usarlos. Los conductores no saben por qué los sardineles están pintados de amarillo. Nuestros ciudadanos ignoran qué clase de organismos públicos existen y qué misión cumplen en nuestra sociedad. Nadie sabe lo que significa una representación parlamentaria pero son obligados a votar. Y hasta los congresistas ignoran lo que es un Congreso.

Creo que necesitamos sincerar la educación y conectarla con la vida. La reforma de la educación en el Perú no debe quedar en el plano de la carrera docente. Debemos examinar los contenidos educativos y descartar los conocimientos superfluos para brindar educación básica, con el objetivo de formar un ciudadano. No un loro repetidor de capitales del mundo y teorías científicas. Hay que hacer que la educación forme ciudadanos capaces de emprender la tarea de hacer crecer el país. En este sentido, me parece que el rescate del olvidado "Decálogo del Desarrollo" podría ser de gran utilidad.


Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social