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La histeria ambientalista en una mentalidad tercermundista

Publicado: 2011-01-26

En los años 70 un grupo de antropólogos regresó, después de diez años, a una isla de la Polinesia en la que habían estado realizando estudios sobre la comunidad de nativos. El retorno tenía el propósito de observar los cambios que habían ocurrido luego del contacto con la civilización. Entre todos los cambios que observaron, hubo uno en particular que llamó su atención. Los nativos habían construido una caja de madera del que sobresalían unos palos, tal que semejaba un aparato de radio transmisión, como el que los antropólogos estuvieron utilizando en su misión. Los nativos hacían una especie de ritual para hablarle a la caja, a la que le atribuían un extraño poder mágico que, sin embargo no sabían explicar muy bien. El hecho es que el ritual se había instalado.

Esta exótica conducta imitativa no ocurre solo en tribus salvajes. La podemos observar aquí mismo. Es muy común. La gente se va al extranjero y regresa con imágenes mentales que procura instalar en su propio medio. Por ejemplo, ya tenemos un Mall Aventura, igual que en Miami. Pero no se trata solo de Malls sino de todo lo que se pueda copiar, instalándolo básicamente como un decorado que nos proporcione la apariencia de sociedad civilizada. Esto incluye, desde luego, instituciones políticas. Así es como han ido apareciendo entidades como la Defensoría del Pueblo, una especie de jarrón chino que adorna nuestra burocracia pero que nadie sabe para qué sirve. Ni ellos mismos.

Además de entidades decorativas también copiamos normas, y algunas veces textualmente. Recordemos el caso de la congresista que se bajó de la web una ley mexicana sobre turismo, y la presentó al Congreso tal cual, sin cambiarle ni los nombres de los estados. Ese es un caso extremo, pero lo cierto es que vivimos copiando todo, como verdaderos primitivos ansiosos por disfrazarnos de seres civilizados. Si bien es cierto que es posible aprender de los demás y además es bueno copiar lo positivo, lo malo es que muchas veces no se entiende bien qué es aquello que hemos copiado. No se trata de copiarlo, sino de entenderlo. La sociedad entera, y no solo la burocracia, debe entenderlo.

Entre las cosas que hemos copiados están las normas de protección ambiental. Pero además de desconocer el sentido de tales normas, existen otros intereses detrás del tema ambiental. Como sabemos, los comunistas de antaño se han reciclado como ambientalistas, y utilizan el pretexto de la defensa del medio ambiente para oponerse a todo proyecto de inversión, especialmente si es de una empresa extranjera y, más aun, si es que nos va a sacar del subdesarrollo. La izquierda ambientalista despotrica contra los países industrializados, y particularmente contra los EEUU, por haber dañado el medio ambiente, aunque sin duda eso no los ha llevado a dejar de volar en aviones ni a dejar de usar sus autos contaminantes ni a cambiar su estilo de vida. Es pura cháchara ambientalista empleada como instrumento político de oposición.

Lo que los comunistas ignoran es que toda la legislación ambiental que hoy se usa en la mayor parte del mundo surgió de los EEUU a fines de los 60. EEUU fue el primer país del mundo que empezó a preocuparse por el ambiente, el primero en incorporar legislación ambiental y el primero en crear instituciones que velaran por el medio ambiente. Y además de todo eso, EEUU es el país que más gasta cada año en la protección del medio ambiente. Lo que hemos copiado es un montón de normas pero nunca hemos entendido el sentido ecológico. Sólo somos alharacosos del ambiente pero no somos ambientalistas de verdad. Y voy a demostrarlo.

En primer lugar, en el Perú el tema del ambiente se ha reducido a la evaluación de impacto ambiental de las obras públicas. Más allá de eso no hacemos absolutamente nada por el medio ambiente. Voy a mencionar solo dos ejemplos que deberían llamarnos a reflexionar. Una es la depredación de las ranas del lago Junín. No hay una sola entidad que se interese por estas ranas que ya prácticamente no existen. Probablemente ya las hayamos exterminado por completo. Otro caso preocupante es el exterminio del capulí, árbol emblemático del Perú, que proporciona una frutilla deliciosa. Hasta César Vallejo lo menciona en un verso dedicado a su "amada y dulce Rita, de junco y capulí". Acá hay dos elementos de nuestra flora y fauna que hemos depredado y no pasa absolutamente nada. ¿Dónde están todos esos alharacosos del medio ambiente?

Es de triste recordación cómo la histeria ecologista suspendió la fábrica Luchetti cerca a los Pantanos de Villa. Estos humedales jamás fueron del interés del público, ni del Municipio ni de nadie en lo absoluto. Tanto así que hoy son apenas la cuarta parte de lo que eran, después de sufrir la agresión de las chancherías clandestinas, los talleres informales y las invasiones habituales. Y todo eso ante la mirada y la incuria de las autoridades, los medios y el público, durante décadas. Pero bastó que una empresa (chilena, encima) pusiera allí su fábrica, para que toda la histeria ecologista saltara hasta el techo en defensa de los Pantanos de Villa. Pese a que la fábrica había tomado todas las previsiones ecológicas, pues había tendido una red propia para su abastecimiento de agua, y su edificio contaba con tecnología de isonorización, y estaba cubierta de vidrio antireflectante. Es decir, difícilmente iba a causar un daño ecológico. Pero más pudo la histeria y el pleito personal entre el alcalde Andrade y el alcalde de Chorrillos. Hoy tenemos en los pantanos de Villa un edificio convertido en basura, en lugar de dar empleo a más de un millar de peruanos. Así somos los peruanos, lamentablemente.

Por supuesto, además podríamos mencionar el grave deterioro del medio ambiente que ocasionan todos los poblados del Perú, que arrojan su basura apenas más allá de los linderos del pueblo, o en las laderas de los ríos. En realidad hay mucho que hacer por el medio ambiente. Ser ambientalista no se reduce a oponerse a la inversión extranjera en grandes obras. Hoy se ha abierto un escándalo por un decreto de urgencia que el gobierno acaba de aprobar, mediante el cual se busca acelerar el desarrollo de 30 proyectos fundamentales, entre los cuales no hay un solo proyecto minero típicamente contaminante. Tampoco dice que se le va a exonerar de los estudios ambientales. Dice que bastan estudios preliminares, pues en su mayoría, estos proyectos son de bajo impacto ambiental, pues se tratan de carreteras y tendido de redes eléctricas y cosas así. Los estudios ambientales tienen diversas fases y formas. Dependen del tipo de proyecto y de las características del terreno. Los cerros andinos no son precisamente lugares de abundante flora y fauna. Existen zonas puntuales, como el Parque Nacional Huascarán. Pero más allá de eso, cualquiera que haya volado en avión y divisado los Andes, sabe que la mayor parte de nuestro territorio, en costa y sierra, es árido.

Se exigen estudios ambientales previos a un proyecto cuando se trata de obras que entrañan un evidente riesgo ambiental. No es el caso de una carretera o red eléctrica que atraviesa un desierto, una estepa árida o una zona de escasa flora y fauna como la sierra andina. Muchos estudios de impacto ambiental se hacen con posterioridad para conocer el verdadero impacto ambiental, en lugar de una difícil y artificial estimación previa. Estos estudios proporcionan datos reales para adoptar medidas que mitiguen o anulen ese impacto, o incluso para adoptar medidas que recuperen el daños causado.

Me sorprende que hasta El Comercio se haya sumado a las críticas a estos decretos de urgencia, como si no fuera urgente que aceleremos proyectos de infraestructura básica. Somos un país deficitario en todo. No tenemos la suficiente red vial para sustentar nuestro desarrollo. Hace más de una siglo que no hacemos un solo ferrocarril. Necesitamos ampliar nuestra generación eléctrica si queremos seguir creciendo e incorporar a más población en los beneficios de la red eléctrica. Hay gente que obviamente no se da cuenta en qué clase de país estamos y que no sabe cuáles deben ser nuestras prioridades. Están simplemente siguiendo una moda, pues hoy todo el mundo quiere tener un celular, una cuenta de Facebook y defender el medio ambiente. Pero no se dan cuenta en dónde están parados.


Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social