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Publicidad y basura

Publicado: 2011-02-26

El debate suscitado en torno a la decisión de la Alcaldía limeña, de retirar unos cuantos paneles publicitarios y tratar de imponer un poco de orden en una caótica ciudad, ha mostrado los niveles de canibalismo, anomia y confusión en que nos movemos en este país. Ni siquiera los argumentos jurídicamente más versados se han interesado por la cuestión más importante que se intenta rescatar: el orden y la autoridad.

En efecto, el triste debate sobre el retiro de los paneles de los candidatos ha girado en torno al supuesto derecho que tendrían estos para "ponerse en contacto con el ciudadano". Al menos así lo ha expresado una connotada abogada, ignorando, me imagino, que existen numerosas formas mucho más eficientes que un candidato tiene a su disposición para realizar este objetivo, sin atropellar el paisaje de la ciudad.

Casi nunca estoy de acuerdo con los abogados. Su lógica me resulta barata, cursi, utilitaria y comprometida con algún bajo interés. La mayoría de los abogados razona de manera autómata, en función de sus doctrinas jurídicas. Mejor dicho, ya no piensa: "aplica la ley". Han tratado de convencernos de que la "contaminación visual" es algo muy subjetivo, como si todo el Derecho no lo fuera. Sin embargo, todo es posible de ser "objetivado" en los términos necesarios para el entendimiento de un abogado. No hay problema con eso. Hay muchísimas formas en que podríamos objetivar el concepto de contaminación visual de los paneles publicitarios. Hasta los mismos abogados podrían hacerlo, si se les paga para ello.

Por desgracia los interlocutores quedan mudos frente a los abogados, su lógica y sus leyes. El criterio -también subjetivo- del "mayor bien" supuestamente está a favor de  los paneles y subordina el ornato, la decencia urbana y la calidad de vida del ciudadano. Además, aseguran que la Alcaldía ha actuado con prepotencia y alevosía al no comunicar el retiro y al no tener amparo legal. O sea, la Alcaldesa de Lima simplemente está pintada en la pared, carece de autoridad alguna, y no puede ni debe hacer absolutamente nada frente a la orda de salvajes que se apodera de todos los espacios públicos de la ciudad. Así es como piensan los abogados. ¡Qué les parece!

Más allá de ese ridículo pensamiento amaestrado académicamente, está la realidad simple y concreta. Esta realidad nos informa que el paisaje urbano está tan sucio como el piso de una cantina. Cualquier estudio, de esos que nunca se hacen en este país, nos revelaría que esos paneles no cumplen el objetivo que los candidatos suponen. La gente simplemente ignora ese paisaje como se elude la visión de una deyección. Es basura en el paisaje, como la propaganda que encontramos en el piso y la barremos hacia el tacho.

Lamentablemente en este engaño confluyen dos intereses diferentes. Por un lado los dueños del negocio de los paneles publicitarios incitan la idea de que esa es una forma de llegar a la población. Por otro lado, los candidatos, desesperados por ser conocidos, creen que con un panel llegarán a la conciencia de los ciudadanos. Idea falsa, ilusa, ingenua. En todo caso, no hay estudios que respalden esta creencia. La gente mayormente ignora estos paneles en cuanto a sus contenidos. Obviamente los ven, pero no los leen. Y si los leen, lo hacen una sola vez y no lo memorizan. En pocas palabras, no funcionan.

Hay muchos estudios hechos en los países desarrollados, donde las cosas no se hacen basados en creencias sino en estudios científicos, que revelan la poca incidencia que tienen los paneles amontonados en el paisaje. Incluso hay estudios que revelan que son un factor de estrés para más del 35% de los ciudadanos. Por desgracia, en este país nunca se hacen más que encuestas electorales y encuestas tontas, del tipo: "¿cree usted que hay candidatos corruptos?". Sin estudios científicos no nos queda más que movernos al compás de la lógica pobre de los abogados y leguleyos que siempre tienen un argumento a favor y otro en contra, dependiendo del cliente.

Otro argumento chistoso dice que el culpable de este caos publicitario es el voto preferencial. No señores. El voto preferencial no obliga a esta conducta salvaje. Es tan solo la costumbre de vivir en una ciudad caótica y sin control ni autoridad a cargo.


Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social