ya acabó su novela

Mitos y fantasías políticas en la campaña

Publicado: 2011-03-06

Primero hay que advertir que la política, al igual que la religión, son actividades culturales. Esto quiere decir, entre otras cosas, que se desarrolla al margen de los aspectos epistémicos o racionales. Para decirlo de otro modo: no dependen de certezas ni de verdades sino de simples creencias populares. La gente no vota por programas políticos bien estructurados ni por planes de gobierno inteligentemente diseñados y ni siquiera por estrategias publicitarias bien planeadas. Nada de eso interesa. La gente vota por simples simpatías, antipatías, esperanzas, temores, intereses, miedos, etc. Lo que cuenta para la gente es lo que ese candidato representa o significa en su imaginario popular, para lo cual requiere, en principio, conocerlo. La principal condición para ser un candidato presidencial es ser un personaje conocido y con una imagen pública. Los outsiders existen pero necesitan dos cosas: fabricar una imagen pública muy rápidamente (y que sea una imagen diferenciada y adecuada a la coyuntura), y segundo, que la coyuntura electoral de algún modo le abra la oportunidad. Algo que se da en muy raras ocasiones.

En el tramo final de las campañas electorales pueden ocurrir hechos, alimentados por los medios, que influyen en las decisiones finales de la gente, por lo que a veces se dan estas repentinas variaciones en las encuestas y en las cifras finales. De allí la importancia de los psicosociales que pueden hundir a cualquier candidato, pues eso es lo más fácil que se puede hacer. Basta con lanzar una serie de mentiras.

Desde luego que las encuestas influyen en el voto de muchísima gente porque las emplean como una guía para saber hacía dónde ir. Esto es aun más importante en un país como el Perú donde la formación política de la gente es tan elemental. No solo no conocen bien a los candidatos sino que ni siquiera entienden sus propuestas. De allí la necesidad que tienen los candidatos de recurrir a la demagogia.

Demagogia es engañar a la gente con ofertas imposibles de cumplir por varias razones. Pero quizá la más importante es porque se trata de simples quimeras. Lo peor de todo es que algunos candidatos creen firmemente en estas quimeras, de modo que la demagogia resulta ser su manera natural de comunicarse, y se parece mucho a un credo religioso y a una promesa de salvación. En el campo político a eso se le llama ideología. Y hay candidatos que se fundamentan más en ideologías que en la realidad. Las ideologías son como fórmulas de pensamiento que dan diagnósticos y soluciones automáticas. Están hechas básicamente de mitos y fantasmas. Siempre hay un malvado agente con el que hay que enfrentarse y un problema con el que hay que "luchar".

Por ejemplo, ofrecer "luchar contra la pobreza" es pura demagogia. No se puede luchar contra la pobreza. No hay forma. La pobreza no depende de lo que haga el Estado, por lo menos no directamente ni de inmediato. Es una situación social que depende de aptitudes humanas y condiciones culturales. La pobreza no desaparecerá porque instalan pistas y veredas, agua y desagüe, luz y teléfonos, hospitales y reparten toda clase de servicios gratuitamente. Todo eso está muy bien y debe hacerse, pero eso no desaparece la pobreza. Dar dinero a los pobres no los saca de la pobreza. Ya hemos visto que darles dinero a las regiones más pobres no ha servido para nada. Países como Argentina se llenaron de dinero a mediados del siglo XX y no pudieron despegar como nación, pese a su gran nivel cultural. Estando a un paso del desarrollo, lamentablemente Argentina cayó en hoyo de la demagogia peronista que infectó su política con mitos y fantasías, y desde entonces es un país en franco deterioro, con rumbo inevitable a la decadencia.

La izquierda es el segmento político que tiene la mayor cantidad de mitos, fantasmas y fantasías. Para ellos el Estado es el gran mito social. Hablan del Estado como si fuera una torta que deben repartir equitativamente, o como una fiesta cuyo local hay que ampliar para invitar a más gente. Pero el Estado es en verdad tan solo un montón de burócratas manejando la cosa pública. Son administradores que planifican las obras básicas del país, se ocupan de la defensa nacional, la seguridad, las relaciones internacionales, etc. No es una torta ni una fiesta. No existe razón alguna para usar al Estado en la demagogia política, a menos que crean que pueden cambiar toda la burocracia, pero eso no puede ocurrir.

Para la izquierda el Estado es un instrumento de poder ilimitado que usan para llevar adelante sus visiones ideológicas, al margen de la realidad y de la historia. Generalmente son incapaces de reconocer sus fracasos, y siempre los atribuyen a la propaganda o a la acción de sus enemigos. Y curiosamente siempre tienen enemigos. El Estado, es usado como una fabulosa agencia de empleos que procuran ampliar con toda clase de ministerios, oficinas y empresas públicas, y como una beneficencia que regala de todo, ademas de dar subsidios y controles de precio. Este esquema siempre fracasa porque es insostenible, pero la izquierda nunca ha podido salir de este enfoque mítico y todavía lo pregonan ahora mismo. Un ejemplo perfecto de esto es el plan de gobierno de la izquierda. Se trata del mamotreto más grande que se haya presentado en estas elecciones. Está repleto de fantasmas, mitos y fantasías, antes que de propuestas concretas. Nos ocuparemos de él en otro artículo.

Sería largo hablar de todos los mitos políticos. Son muchos y se les puede reconocer porque empiezan con la palabra "lucha contra". La mayor parte de nuestros problemas son socioculturales. No son monstruos con los que se puede luchar. Por ejemplo, la corrupción. Ella es parte de nuestra sociedad. Está por todos lados. Es una fase o una cara de un mal mayor que se llama anomia. Lo mismo pasa con la violencia contra la mujer o la violencia sexual y la delincuencia en todas sus modalidades. Son solo formas especificas de un mal mayor. Todas estas propuestas de "lucha contra" son mera propaganda.

Los problemas socioculturales no se resuelven con campañas de "lucha contra". Se resuelven transformando las estructuras  básicas de nuestra sociedad. Es decir, lo que llamamos "infraestructura social". Se hace mucho por la infraestructura física, pero absolutamente nada por la humana o sociocultural porque no se la ve ni se la conoce, y se ignora su existencia y valor. Los enfoques políticos se centran en hechos directos y visibles, pero nadie se ocupa del diseño de una sociedad. Se convocan a abogados para redactar normas, economistas e ingenieros para ejecutar las obras, científicos sociales para diseñar las campañas, pero hay otro tipo de profesionales como filósofos, antropólogos culturales, y psicólogos sociales, que también tienen un papel importante y mucho que aportar, especialmente en la desmitificación de la política, en la orientación del debate, así como en la clarificación del escenario social, el análisis del pensamiento político y el entendimiento de la dinámica cultural.

Desde un punto de vista sociocultural, hay muchos aspectos vitales que están fuera del debate electoral. Por ejemplo, la reestructuracion del escenario político para que no haya tantos políticos baratos en el Congreso, la restructuración del Estado para que sea lo que debe ser y no lo que los políticos pretenden que sea, la reestructuracion del panorama educativo nacional para que sea un instrumento del desarrollo, pues el tema no se puede agotar solo en el aumento del presupuesto o de los sueldos. ¿Para qué más presupuesto si no saben qué hacer?

Un aspecto sociocultural fundamental debería ser la reestructuración del panorama mediático, pues los medios de comunicación son los principales instrumentos de formación cultural de una sociedad. No podemos aspirar a tener una mejor clase política si los ciudadanos no tienen forma de educarse políticamente. Son los medios los que tienen la misión de formar políticamente a los ciudadanos. Pero en el panorama actual, los medios no cumplen ninguna labor formativa. Son un desastre total. Esto es algo que a ningún candidato se le ha pasado por la cabeza mencionar.

Desde luego, no se trata de controlar a los medios desde el Estado, que es  lo primero que se les ocurre a algunos desde la izquierda. Esto sería peor aun. Lo que debemos hacer es al menos plantear el problema y empezar a discutirlo. De lo contrario, perdemos el tiempo hablando del color de las cortinas mientras nos consume el cáncer. Hay muchos problemas vitales que no se han puesto en discusión, porque esta campaña gira apenas alrededor de mitos y fantasías.


Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social