Analistas, exégetas, criptólogos y hermeneutas de la política
Luego de leer numerosos artículos y oír a tantos comentaristas y entrevistados hablando distintas cosas sobre el mismo tema, podría esbozar un pequeño recuento de estas posturas, con la intención de analizarlos y resumirlos en un pequeño compendio o exordio, en tres partes. Aquí la primera.
La mayor parte de los comentarios maneja visiones interesadas y comprometidas con una forma de entender el mundo. Emplean sus propios conceptos y asumen que todos los entienden. Hay una especie de código de interpretación que se ha oficializado. Así es como nos dicen cosas tan sorprendentes como que el resultado electoral demuestra que una buena parte de la población pide un cambio, que el 32% de votantes que votaron por Humala lo hicieron por su Plan de Gobierno, que el resultado demuestra que el modelo económico ha fallado porque no ha logrado la famosa inclusión, que la gente ha votado por un cambio del modelo económico, etc.
Todas las afirmaciones parecen ciertas a primera vista porque nacen de una lógica superficial. Siguen un pensamiento casi mágico que le concede significados a los hechos sociales y capacidades a las personas cuando no las poseen. Demostrar la falsedad de cualquiera de esas afirmaciones es fácil pero requiere tiempo y datos que muchas veces no se tienen. Pero cuando uno está habituado al análisis de los hechos sociales resulta fácil identificar pensamientos mágicos que pretenden explicar los sucesos recurriendo a fórmulas automáticas de análisis y a conceptos místicos.
El pensamiento mágico dentro del análisis social se revela cuando en lugar de datos aparecen conceptos abstractos que son casi místicos, en el sentido que son verdades consagradas dentro de un escenario artificial definido idealmente. Se trata de conceptos que encierran significados muy amplios, tan amplios que definirlos requiere libros enteros. Por ejemplo: nacionalismo, justicia social, derechos o inclusión. La aparición de estos conceptos vagos nos traslada a escenarios ambiguos en los que todo puede suceder. No podemos ni siquiera refutarlos porque no es posible confrontar espejismos y porque tienen la rara virtud de poder ser ciertos en la abstracción. Por ello a los gurús del análisis político les encanta llenarse la boca con estos conceptos. Nunca aterrizan en la realidad de los hechos concretos y de las cifras. Siempre andan refugiados en la estratosfera, desde donde todo el mundo se aprecia como una foto borrosa en la que cualquier afirmación podría ser cierta.
Aterricemos y pongamos un ejemplo concreto. Por ejemplo, la palabrita "inclusión". ¿Cómo refutar una afirmación si nadie puede explicar lo que significa "inclusión"? Dar una definición corta y breve no nos sirve de nada. Todos tendríamos que estar de acuerdo si nos hablan de gente que aún sigue en la pobreza. ¿Es eso? A menudo nos dicen que hay personas que no se benefician de la bonanza económica del país. ¿Es eso cierto? ¿Acaso no todos se benefician de las obras públicas como carreteras, puentes, la energía eléctrica, el agua potable, etc. además de la situación como la estabilidad de los precios, la disponibilidad de los productos, el aumento de las inversiones, del empleo y del turismo, etc.? Todo esto beneficia a todos, directa e indirectamente. A todos.
Pero desde luego, es muy fácil y convincente hablar con términos vagos como "inclusión" y dejar la idea de que hay gente que no se beneficia del presupuesto nacional. De hecho puede ser así, pero la idea no es que el presupuesto le llegue a los bolsillos a cada peruano. Sin embargo, es la idea que a veces dan. En realidad no sabemos a qué se refieren. ¿Quiénes son los excluidos? Nadie los identifica. Nadie los señala. Nadie los cuantifica. Pero allí están girando en el imaginario popular y en el discurso, como un recurso muy efectivo. ¿Cómo refutar que hay "excluidos" cuando no sabemos a lo que se refieren? Uno puede pensar en los pobres, pero los pobres no son pobres porque sean "excluidos". Nadie los ha excluido. La pobreza es un fenómeno social complejo que requiere también una muy amplia explicación que va mucho más allá de la cuestión económica y política. De manera que no se trata de "exclusión". Tal fenómeno no existe.
Pero hay un gran segmento de habladores y escribidores que se solazan en el empleo de esta clase de términos mágicos con los cuales se sienten intelectuales y poseedores de la verdad. Son exactamente como los predicadores religiosos: convencen sin decir nada. Parece que dijeran una grandiosa verdad, pero solo hablan de fantasías. Dentro de esa fantasía que nos pintan lo que dice suena cierto. Pero es fantasía. En otra ocasión abordaremos esa fantasía llamada "derechos", o sea, de cómo empezó el concepto y de cómo ha acabado en boca de estos malabaristas de la palabra barata.
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