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El sueño de la universidad propia

Publicado: 2011-06-24

Aunque parezca mentira, es muy difícil distinguir entre la ficción y la realidad. Y esto es así porque la realidad de los seres humanos se construye básicamente con palabras. Y para algunos sectores el mundo no es más que palabras. Sobre todo palabras bonitas. Palabras que simbolizan sueños y esperanzas. Paraísos retóricos por los que se lucha y se muere. Uno de esos elementos ideales es la universidad.

El año pasado el Presidente Alan García dijo que los títulos de muchas universidades no sirven ni para envolver pescado. Y quedó allí. No hizo más. Un tiempo atrás se paralizó el ingreso a la carrera de educación porque había demasiados maestros. Pero lo mismo podría hacerse con muchas otras carreras porque los profesionales universitarios están acumulándose en diversos sectores. No obstante, la alegre y feliz creación de universidades no se ha detenido. Hace rato batimos un record Guiness que nadie ha festejado: somos el país con más universidades.

Sin embargo, ninguna de estas universidades figura entre las mil universidades más importantes del planeta. En algún momento hubo una en el puesto 850 pero ya no la veo más. Su incursión en la política y en la formación de gente politizada de cierta tendencia, sumado a sus ridículos líos jurídicos debe haberla afectado. El hecho es que la universidad peruana no existe en el mundo. Y la verdad es que tampoco existe acá pues la gran mayoría de nuestras universidades no publican, no tienen revistas especializadas indexadas, no ofrecen recursos en la web, etc. No son más que salones con docentes que se contratan por temporadas.

Esto tiene que ver con la idealización que nuestra cultura ha hecho de la universidad. A principios del siglo pasado el sueño de todo peruano era ingresar a la planilla del Estado y convertirse en empleado público. Sueño que se coronó con la infausta "estabilidad laboral". A fines del siglo este sueño se transformó entonces en ser "profesional universitario". Las familias de clase media tenían como meta hacer de sus hijos "profesionales". Esto transformó el pasó del colegio a la universidad en un acto compulsivo social. No se le preguntaba a nadie ¿cómo piensas construir tu futuro? Se le mostraba el folleto de la universidad y se le preguntaba ¿qué carrera deseas seguir? Y sigue siendo así.

Como consecuencia de esta lógica social, la universidad en el Perú se ha rebajado a la condición de escuela de oficios. No son más que eso. Por tanto, no hay nada más falso que creer que en la universidad se hace ciencia e investigación. Eso no es necesario en una escuela de oficios. Lo que se ha hecho es nuevamente apelar a la ficción y a las palabras para inventarnos una falsa realidad: las universidades se llaman "científicas", las carreras que ofrecen se llaman "ciencias", por ejemplo, "ciencias de la comunicación" cuando no es más que periodismo. Hasta los cursos se llaman "ciencia" como "investigación científica" cuando no es más que correlación estadística de datos. Y por último hasta la redacción se llama "científica". Aparentemente estamos rodeados de "ciencia" por todos lados. Es decir, de la palabra "ciencia". Eso es todo lo que tenemos.

No hace falta apelar tanto a la ciencia si lo que la gente quiere hacer es ganarse la vida trabajando para alguna empresa, ya sea exportando, manejando cuentas o corriendo detrás de las noticias con un micrófono en la mano. Sin embargo nos encanta engañarnos con las palabras y con el cuento de que la profesión es "universitaria". Han procedido a convertir algunas viejas y buenas escuelas de oficios en universidades. Solo falta que las escuelas de fútbol sean elevadas también a rango universitario. Al final lo único que generamos son futuras masas de desilusionados y descontentos con el sistema, que intentarán cobrarle las cuentas de su fracaso a alguien, pues al final siempre la realidad se impone. Y cuando esto ocurre es porque la realidad, la "verdadera realidad" ya es insostenible.

Como se ve, tenemos una realidad bastante ficticia. Nos encanta engañarnos con las palabras. Creemos que una palabra cambia la realidad. Es difícil convencer a la gente de que vive engañada. Por eso ya no me opongo a la creación de universidades. En el Perú hay gente que muere por una universidad propia. Se ha convertido en el sueño de cada provincia. Y es que la costumbre de mandar a los hijos a la universidad después del colegio se ha extendido por todo el país, incluso allí donde no hay empresas suficientes que puedan contratar a los egresados. Incluso allí donde no hay ni siquiera una empresa.

Crear universidades en donde no hay empresas creo que es el siguiente paso en nuestro proceso de divorcio de la realidad. Ya tenemos universidades enseñando comercio exterior en lugares donde no hay puertos. También las universidades se desconectaron de la realidad. Y es que el negocio de la universidad peruana es simplemente vender títulos, cartones que dicen cualquier cosa. Son parte de una ilusión colectiva, de una realidad precaria que sólo se fabrica con palabras.

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Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social