Mucho ruido y pocas nueces
Pasando por alto el bochorno que significó la toma de mando y el primer mensaje presidencial de Ollanta Humala, ofrecido en medio de un pleito callejero que él mismo provocó tontamente, es hora de analizar su contenido. Lo primero es decir que no se vislumbra por ningún lado ni una sombra de la "Gran Transformación" que con tanta pompa se anunciaba.
Pese a ello, la falta de modestia sigue resaltando en Ollanta Humala, pues todavía revela ese afán mesiánico que le hace presentarse como el refundador de la patria, el iniciador de una nueva era, al mismo estilo de Chávez, aunque no en esos mismos niveles de patología mental. En su mensaje no hay metas claras, ni objetivos precisos ni propósitos definidos. No ha diseñado una visión del país que pretende alcanzar en cinco años. Ni siquiera ha señalado grandes obras o siquiera una sola gran obra emblemática. Solo continuar con lo que ya está definido. El resto ha sido palabrería pura.
De hecho no se puede pretender ninguna "Gran Transformación" apenas alrededor de programitas sociales. Para ser francos, regalar plata e instalar un servicio de cunas y ambulancias no tiene nada de extraordinario ni novedoso ni de audaz. Puede estar bien pero con eso no logramos transformar nada, salvo generar sectores sociales dependientes. ¿Hay algo más en mente que nos permita hablar de una Gran Transformación? Parece que no. Se ha hablado de gradualidad, pero ¿gradualidad para qué concretamente? ¿para ir hacia dónde?
Lo demás no pasa de ser el retorno a los esquemas estatistas de la era velasquista, gracias a la resurrección de adefesios burocráticos como ELECTROPERU y AEROPERU como si fuera necesario. De hecho no es más que capricho ideológico. Volver a hablar de absurdos como "aerolinea de bandera" a estas alturas de la historia es demostrar que no se ha aprendido nada. Al parecer vamos a retroceder a los años 70.
En suma, no vale la pena hablar más de ese mensaje. Lo que nos espera es la modorra de una burocracia ampliada y la interminable cháchara discursiva en torno a la "inclusión social", repetida hasta el cansancio en el mensaje. Con la creación de ese mamarracho llamado "Ministerio de Inclusión Social" para hacerse cargo de todos los programas sociales, tendrían que eliminar el Ministerio de la Mujer porque ya no tendrá nada que hacer la Sra. García Naranjo. Va a tener que dedicarse a tejer y bordar en su despacho.
Es muy típico de la mediocridad política proponer organismos públicos como solución de los problemas. Tampoco tiene nada de original el dichoso Concejo Económico. Ya el APRA lo planteó hace medio siglo y se ha implementado repetidas veces sin resultados positivos. Desde luego, el flamante y pomposo "Concejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Política de Lucha Contra la Criminalidad" (CONASECIPOLUCONCRI) no va a servir absolutamente para nada, pues los problemas de la vida real no se solucionan en los escritorios ni con más burocracia. No son más que ideas ridículas del pensamiento burocrático que impera en las mentes de nuestros políticos mediocres. Como tantos otros organismos burocráticos inservibles pero de nombrecitos pomposos, este también se pasará la vida generando estudios que nadie lee.
Lo cierto es que desde todos los aspectos, la toma de mando de Ollanta Humala ha sido un acto deslucido. Hubiésemos deseado (aunque realmente nadie lo esperaba de Ollanta) una visión clara de país con un trayecto definido, con metas precisas que alcanzar, con retos fijados que enfrentar, pero nada. Absolutamente nada. Tan solo más Estado, más burocracia y más discurso "inclusivo". Sin duda alguna, serán cinco años perdidos.
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