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La farsa de la Constitución del 79

Publicado: 2011-08-04

Resulta penoso ver al país sumergido en una ociosa discusión en torno a la Constitución. Lo es por varias razones, pero quizá la más importante sea que algunas voces pretenden algo absurdo y sencillamente imposible: volver a la Constitución del 79. Imagino que los insensatos que proponen esto no tienen la más mínima idea de lo que dicen, pues hacer eso es materialmente imposible. Además se presenta a la Constitución del 79 con una imagen falsa, sobrevaluada y mitificada. Sin duda aprovechando la ignorancia de las multitudes en esta materia, o incluso quizá, víctimas de la propia ignorancia. El hecho es que se ha montado toda una farsa en torno a la Constitución del 79 que es necesario aclarar.

En primer lugar resulta un tanto insólito hablar de la "legalidad" de una Constitución. No existe una supralegalidad bajo la cual pueda juzgarse la legalidad de una Constitución. Las Constituciones tienen, cada una, su propia realidad y forma de nacer. Solo basta que se ponga en vigor y empiece a regir para que sea válida. No hay otro criterio de legalidad. Pero intentemos seguir la lógica que emplean los leguleyos.

Dicen los leguleyos que la C-93 es espuria porque nació de una dictadura. Habría que informar a estos señores que casi todas nuestras constituciones nacieron de dictaduras. Una Constitución se hace precisamente luego de rupturas y de crisis de legalidad. Y la C-79 también nació de una dictadura. Fue la imposición de la dictadura militar que convocó a la Asamblea Constituyente con el expreso mandato de "consagrar los cambios revolucionarios".

Podríamos apelar a la calidad representativa de las asambleas constituyentes. En este caso, la C-79 fue de menor calidad debido a que Acción Popular se negó a participar. Al año siguiente AP ganó las elecciones generales llevando una contundente mayoría propia a la Cámara de Diputados y a la de Senadores. Eso quiere decir que al no participar de la Asamblea Constituyente un partido tan importante como AP, dicha Asamblea tenía una representación mermada. Este no fue el caso de la C-93 y por tanto goza de mayor representatividad.

En añadidura, y aunque realmente no viene al caso, la C-79 no fue "aprobada" por el pueblo al no ser sometida a referendum, cosa que sí se hizo con la C-93, por tanto esta es aún más "legítima", o por lo menos cuenta con dicha formalidad.

No quisiera entrar en el tema de cuál es "mejor" porque las constituciones responden a su época y a su espacio. No hay mejores constituciones. Lo que podemos hacer es ver sus resultados en la vida real del país. Una Constitución es el marco legal de la vida política, económica y social de un país, de modo que es en buena parte responsable de su éxito o fracaso como nación.

La C-79 cayó en el delirio de anteponer la declaración de los derechos humanos en su título primero, rompiendo una tradición en nuestras constituciones, pues siempre se empezaba con la definición del país y la estructura del Estado, pues una Constitución es fundamentalmente el manual de organización y funciones de un país, es decir organiza el Estado de una nación y determina sus relaciones. Esa es toda su función. Sin embargo la C-79 incorporó la declaración de derechos humanos y la puso por delante de todo. Empieza con una declaración lírica que dice: "La persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado. Todos tienen la obligación de respetarla y protegerla".

El Título primero es una larga lista de interminables derechos, muchos de ellos delirantes y meramente retóricos. A raíz de ello todos afirmaron que el Perú tenía la Constitución más avanzada del mundo, pues antepuso los derechos del hombre a todo lo demás. Sin embargo, la realidad nos demostró que la retórica de una Constitución no es más que papel inservible. Bajo la égida de dicha Constitución del 79, rebosante de DDHH se cometieron los más atroces atropellos a la dignidad humana en el Perú y el mundo, a causa de la aparición de un grupo criminal de la izquierda delirante que pretendió la Gran Transformación a punta de dinamita y homicidios masivos. Sendero Luminoso y el MRTA fueron la plaga mortal que asoló al Perú mientras regía "la más avanzada Constitución del mundo" en cuestión de DDHH, donde "la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado".

Así es como la realidad suele burlarse de los idealistas y retóricos de la izquierda. Siempre los dejan en ridículo con sus brillantes ideales en la mano y en medio del más espantoso fracaso a su rededor. Pese a todo no escarmientan nunca. Siempre están tratando de imponerse a la realidad con sus grandiosos ideales. Desde luego, esto lleva a la confusión a muchos jóvenes de hoy que creen que la izquierda significa ideales y valores de justicia y dignidad. Nada más falso que eso.

La izquierda siempre ha sido enemiga del principal de todos los valores humanos que es la libertad. En nombre de la "justicia social" no han dudado nunca en conculcar toda clase de libertades, empezando por la libertad de expresión y terminando con la de libre tránsito y asociación. Las pruebas están a la vista a lo largo de la historia y hoy mismo en los países de Latinoamérica que han caído bajo el delirio de la izquierda. (Me refiero a esa izquierda retórica, delirante y mamarracha que hay en el Perú y los países del neosocialismo andino-caribeño. Muy diferente a la izquierda madura y sensata de Chile). En añadidura, los grupos de izquierda latinoamericanos no han dudado en tomar las armas, ya sea para iniciar la lucha armada guerrillera o simplemente el terrorismo más despiadado. En ambos casos no han dudado en cometer los crímenes más atroces. De modo que eso de que la izquierda simboliza los más altos valores humanos es puro marketing y falacia.

En resumen, la C-79 no tiene realmente nada de espectacular ni meritorio. Es harto delirante. Fue producto de los negociados llevados a cabo por el APRA con la izquierda y el PPC. Más que pensar en un país pugnaron por plasmar sus ideologías en el texto constitucional. En los hechos no nos fue nada bien bajo esa Constitución, porque además de la aparición del terrorismo de izquierda, sufrimos las peores penurias económicas. Lo curioso es que hoy los izquierdistas se rasgan las vestiduras por una Constitución que en su momento repudiaron y se negaron a firmar.

Decir como ha dicho Javier Diez Canseco que "al final sí la firmamos", es mentir. No la firmaron. El caso fue que el gobierno militar recibió la autógrafa de la Constitución y el general Morales Bermúdez tuvo la desfachatez de "observar" algunos artículos transitorios.  La respuesta de la Asamblea fue reiterar la Constitución tal como estaba. En esta "respuesta" al gobierno es que firma la izquierda. Es decir, firma un acto de repudio a la pretensión del gobierno. Pero la Constitución nunca la firmaron. ¡Y ahora lloran por ella! Como siempre, son unos farsantes.

Lo penoso es, repito, ver al país sumido en una discusión tan tonta cuando hay miles de cuestiones más importantes de qué hablar. Los cambios a la Constitución pueden hacerse como trabajo de fondo, pero no de primer plano y con tanto ruido. De hecho se necesitan varias reformas a la Constitución, en particular, volver a las dos cámaras legislativas y eliminar el voto obligatorio, entre otras cosas. Pero eso es algo que no debe merecer tanto show, y menos del Presidente. Es el menos indicado para moverle el piso al país. Alguien tiene que informar al comandante Ollanta Humala que en materia de Constitución siempre se avanza, no se retrocede.

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Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social