¡Que viva la reventa!
La cola es una medida de la ineficiencia. Cuando usted ingresa a un establecimiento y encuentra una cola, puede conocer de manera muy precisa el nivel de ineficiencia que reina en esa oficina. Hay países como Cuba en donde hacer cola es parte de la vida cotidiana. Allá es de gran ayuda tener ancianos en casa porque son los encargados de ir a hacer cola para obtener los productos que el Estado distribuye. Lo mismo ocurre ahora en Bolivia y Venezuela. Y ocurrió en el Perú, durante los gobiernos de izquierda, cuando los precios eran controlados y el Estado centralizaba la distribución de ciertos productos. La gente vivía haciendo cola para comprar arroz, aceite y leche, y los miembros de la familia tenían que turnarse o ir todos para recibir un kilo, frasco o tarro por persona. Sin opción a escoger ni la calidad ni la marca.
En un país en donde la mediocridad y la ineficiencia se ha instalado como parte de la cultura, hacer cola es algo cotidiano y a nadie le llama la atención. Es completamente natural. Uno tendría que ser extranjero para sorprenderse de las enormes filas humanas, pero sobre todo, de las condiciones a veces deplorables en que se hacen estas colas, en una época en que existen medios electrónicos de pago, y -peor aun- cuando la programación del espectáculo -con fecha y hora- ¡tiene casi un año de establecida! Es precisamente el caso del próximo partido entre Perú y Paraguay. O sea, han tenido un año para ir vendiendo estas entradas. Sin embargo, como buenos peruanos, las han puesto a la venta tres días ante del partido, con limitaciones absurdas y de la manera más torpe e ineficiente que se pueda uno imaginar.
Estas cosas, por lo menos a mí, me sorprenden y me indignan. Sin embargo parece que acá nadie se inmuta. Ni siquiera los congresistas que dicen defender los derechos de los consumidores. ¿Dónde están los derechos de estos consumidores del fútbol que pierden más de treinta horas haciendo cola, tirados en el piso durante el día y la noche y sin seguridad de ninguna clase? Los congresistas figuretis no se han acercado a constatar las patéticas condiciones en que se hallan estos consumidores, que quieren alentar a su país. Nadie dice absolutamente nada. Todo está bien. Así es como se trata a los cholos.
En medio de este paraíso de la mediocridad, los enemigos públicos acaban siendo quienes aportan la única cuota de eficiencia: los revendedores. Estas personas tienen todas las virtudes de un capitalista: son intrépidos, creativos, invierten su capital y asumen riesgos, pero sobre todo, tienen que enfrentarse a los prejuicios y a las medidas que la cultura de la ineptitud ha creado en contra de ellos. No importa. Nada los detiene porque ellos están siempre por encima de lo que la burocracia inepta pueda inventar para eludirlos. Medidas estúpidas como exigir DNI a los compradores (¿para qué? es solo perder tiempo) o limitar la venta a tres entradas por persona (con lo cual solo aumentan el tamaño de las colas) no sirven para nada.
Soy de las personas que eventualmente gusta ir a los estadios. En toda mi vida nunca he hecho una cola en la ventanilla. Detesto las colas y no las hago. Siempre he ido al estadio confiado en que allí estarán los eficientes revendedores para ofrecerme la entrada que yo quiero. Desde luego, estoy dispuesto a pagar un plus para no tener que pasar por la ignominia de hacer una cola de horas en condiciones peligrosas y hasta poco dignas. Esta vez, igual que siempre, iré al estadio una hora antes del partido y estoy seguro que encontraré mi entrada de las manos de uno de estos eficientes personajes: los revendedores. Son los que merecen una estatua por parte de la FPF.
Me pregunto si algún día aprenderemos. Abajo una imagen de la boletería online donde ya se pueden comprar paquetes de entradas para el superbowl del 5 de febrero del 2012.