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La minería y el progreso de los pueblos

Publicado: 2011-06-21

Hay dos formas de ver el asunto de la minería y su papel en el progreso de los pueblos. Uno es básicamente teórico aunque recubierto de cifras estadísticas que prueban el incremento del salario, los ingresos fiscales, la capacidad de compra, el impacto en el empleo, etc. El otro es dando un ejemplo directo y real de lo que ha significado la minería para una región eminentemente minera. Apelaré a esta última, pues lo he visto y vivido de primera mano.

Ancash es quizá el departamento más beneficiado por su condición minera. Es una región bendecida por la naturaleza pues además de tener un mar exuberante posee tremendos recursos mineros, un paisaje de ensueño que incluye el nevado más alto del Perú, y que sumado a su herencia arqueológica la hacen un atractivo turístico fundamental. Ancash es quizá uno de los pocos departamentos del Perú que podría subsistir por su propia cuenta. Nada le falta.

Sin embargo, hace menos de veinte años Huaraz, la capital del departamento, lucía más de la mitad de sus calles sin asfalto. Tenía graves problemas urbanos y ambientales como la presencia de conglomerados de ambulantes y talleres clandestinos, que convertían ciertas zonas en muladares donde solo se veía suciedad. El terrorismo mermó la actividad de todo el departamento causando un severo retraimiento del turismo. Todo este sombrío panorama empezó a cambiar con el fin del terrorismo y el boom de la minería.

Hoy Huaraz no tiene prácticamente una sola calle sin asfalto. Sus principales avenidas lucen remozadas. Nuevos y modernos puentes cruzan el río Quilcay. Los antiguos muladares han sido erradicados para dar paso a vistosas alamedas, como la que se luce delante del nuevo y moderno estadio de Rosas Pampa. El antiguo horroroso ingreso a la ciudad es ahora una moderna alameda. Se ha mejorado la calidad del agua potable y la ciudad se ha llenado de cómodos y lujosos hoteles de tres y cuatro estrellas, producto de la propia inversión local. Han proliferado las construcciones modernas ampliando la ciudad a lo ancho y alto. Las propiedades se han revalorizado y hoy el terreno cuesta cinco veces más. Incluso se observa un creciente fenómeno de inmigración que antes no había.

Lo que ha cambiado el paisaje de Huaraz, así como el de muchas otras ciudades y pueblitos ancashinos, ha sido básicamente la actividad minera. Resulta evidente que el progreso se ha dado justo por la ruta de la minería, pues los pueblos más beneficiados han sido aquellos que están en la ruta minera. Por ejemplo, entre dos pueblos clásicamente rivales como Taricá y Jangas, una a cada lado del Santa, hoy existe una diferencia notable a favor de Jangas, gracias a que esta es el ingreso hacia la mina Pierina. Hoy Jangas luce impecables calles, avenidas y plazas de concreto blanco y moderno, donde las vacas y carneros dejan sus alegres deyecciones, mientras que la pobre Taricá ha quedado al margen del progreso.

Otro claro ejemplo es Huarmey, que hace veinte años era un miserable pueblito a la vera de la Panamericana. Hoy Huarmey es una pequeña y bucólica ciudad que luce una vistosa alameda de ingreso y calles con asfalto, en cuyos bordes crecen árboles y plantas ornamentales a cada paso. Y todo eso gracias al aporte minero pues Huarmey es el puerto de salida de los minerales. De modo que hay pueblos que se han beneficiado directamente de la minería y otros que no, pero estos debieran ser atendidos por el Gobierno Regional que recibe un suculento canon minero.

Sin duda no todos los pueblos se han beneficiado de la minería tanto como pudieron haberlo hecho, pero no por culpa de la minería sino por la incapacidad de gestión de sus propias autoridades. Incluso la región de Ancash ha sido incapaz de gastar ni la mitad de su presupuesto del último año, pese a ser un año electoral. Otros pueblos han desperdiciado sus aportes en obras insulsas. La misma ciudad de Huaraz cayó en la estulticia de remodelar su Plaza de Armas varias veces, según el capricho del Alcalde de turno.

No cabe ninguna duda de que el boom de la minería ha significado el progreso de Ancash. Pero no sólo en infraestructura y en el incremento del empleo y de la capacidad de consumo sino en educación. Tuve la suerte de participar en un programa de capacitación del sector salud que fue financiado por la Fundación Antamina, gestionado por el Sindicato de Trabajadores del Sector Salud, coordinado por el Gobierno Regional, auspiciado por la UNASAM y dirigido por la CAD*. El programa de capacitación tomó un año entero y cubrió diez de las veinte provincias de la región, incluyendo la costa, el Callejón de Huaylas y el Callejón de Conchucos, adonde tuvimos que viajar en trayectos llenos de aventura.

El final de aquel programa de capacitación se dio en Huaraz, con entrega de credenciales y fotos para el recuerdo entre la concurrencia que llegó desde todas las provincias. El momento más emotivo de aquella ceremonia corrió a cargo del Secretario General de Trabajadores del Sector Salud de la Región Ancash. Este señor dio un discurso que mereció ser grabado porque, a diferencia de lo que suelen decir los sindicalistas, elogió el programa y agradeció efusivamente a la Fundación Antamina porque gracias a su aporte, los trabajadores del sector salud habían podido gozar por primera vez de una capacitación de primer nivel, a cargo de profesionales calificados.

De hecho esa capacitación fue muy costosa no sólo por el concurso de estos profesionales y su desplazamiento hacia los lugares más alejados del departamento, llevando modernos equipos académicos, sino porque significó además la instalación de laboratorios de informática con treinta computadoras y señal de Internet, la contratación de personal de apoyo, además de hoteles para el alojamiento de todos, incluso de algunos estudiantes procedentes de comarcas próximas pero inaccesibles, por lo que debían pernoctar de sábado a domingo, ya que la capacitación era el fin de semana en horario completo. El programa incluía alimentación y material didáctico impreso a colores. Se vencieron todas las dificultades, incluso en zonas tan remotas como Sihuas, donde el único colegio estatal dotado de Internet por el plan Huascarán, carecía de señal porque sus equipos habían sido robados. Tenían una parabólica de adorno. A esto hay que sumar los riesgos del viaje por senderos serpenteantes que subían hasta tocar los nevados y bajaban por abismos profundos, donde había que cruzar ríos sin puente.

Todo eso se pagó con creces la noche de clausura en Huaraz, cuando el Secretario General del Sindicato de Trabajadores del Sector Salud de Ancash nos agradeció, pero agradeció básicamente a la minería, sin la cual nada de eso hubiese sido posible. A la representante de la Fundación Antamina se le enrojecieron los ojos. Se le notaba el rubor porque era una gringa blanca y alta que yo veía aparecer de improviso en las jornadas de capacitación, monitoreando las labores, fotografiando y encuestando a los participantes. Recién esa noche pude saber de quién se trataba. Le pregunté cuánto había costado ese proyecto. Se sonrió y me dijo en un castellano masticado: "casi un millón de dólares, pero mucho menos de lo que hubiéramos querido".

Para la siguiente capacitación el Sindicato le ha pedido a la fundación minera que le entregue una laptop a cada participante. No tengo duda de que lo harán. No hay inconveniente porque ahora las redes eléctricas y de señal de telefonía inalámbrica llegan a casi todas las comarcas de los Andes ancashinos.

Obviamente la minería, como todo en la vida, tiene aspectos buenos y malos, pero depende de la inteligencia humana que las cosas malas sean controladas y que las cosas buenas beneficien a todos. En Ancash está la evidencia viva de que el progreso ha ido por la misma ruta de la minería. Eso no ha significado que los ancashinos descuiden su aprecio por el paisaje ni por sus demás recursos. Siempre hay un ojo vigilante y un diálogo abierto para homologar los intereses. Ese es el único camino civilizado por el que debemos transitar. Las cosas malas hay que corregirlas, pero si empezamos a eliminar todo lo que tiene un lado negativo, nos vamos a quedar sin nada en este mundo.

* Corporación Americana de Desarrollo


Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social