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El nerviosismo de la izquierda

Publicado: 2011-11-17

Como ya es sabido, la campaña antiminera no es en realidad un reclamo original, motivado por cuestiones puntuales y reales de una población, sino una estrategia política de la izquierda. Eso explica por qué tenemos toda una bien orquestada movilización antiminera a nivel nacional. Pero no se trata de una estrategia de la izquierda nacional sino de la izquierda radical latinoamericana.

En efecto, los movimientos antimineros se extienden a lo largo del subcontinente, desde Costa Rica hasta Argentina. En el Perú se han ampliado a casi todo nuestro territorio. No es pues casualidad que haya una furibunda oposición a cuanto proyecto minero de gran envergadura surge en el horizonte. Se trata de una campaña muy bien montada por la izquierda radical, y no un problema real existente en un pueblo. Eso es lo primero que hay que advertir.

Lo lamentable de este alboroto antiminero es que hay demasiadas voces en la discusión. Incluso de personajes que no saben absolutamente nada de minería, como los nefastos dirigentes de la CGTP, a quienes no sé por qué le dan tanto espacio los medios, cuando lo cierto es que no representan a nadie. Pero además de estos cavernícolas tenemos a conspicuos congresistas que no son más que consagrados opinólogos sin conocimiento. Debido a esto es que el debate se hace más denso y enredado. Cada opinante mete cosas que nada tienen que ver en el problema. Por ejemplo:

- El señor Olmedo Auris, cuyos conocimiento no alcanzan más allá de los datos de su DNI, ha opinado que significa un grave peligro ecológico el trasvase de una laguna. Tal vez este señor ignora que esa es una práctica cotidiana y absolutamente normal y necesaria en muchos lugares, incluyendo nuestro país, donde por ejemplo, se han hecho muchos trasvases en Ancash para llevar agua desde la Cordillera Blanca, donde sobra agua, hacía la Cordillera Negra, donde el agua es escasa.

- El congresista Yoni Lescano, cuyos conocimientos también andan bien limitados, ha dicho que al rededor de los campamentos mineros hay muchas comunidades pobres, como si esto fuera culpa de las mineras. En todo el Perú hay comunidades pobres, no solo al rededor de las minas. Eso no es más que demagogia.

- El mismo presidente Ollanta Humala ha dicho que la minería no puede significar dinero solo para unos pocos, como si esto fuera problema de las mineras. Las compañías mineras cumplen con pagar sus impuestos y es el Estado el que no reparte bien la riqueza ni hace nada por los pueblos que están en las zonas mineras. No se puede seguir esperando a que los ineptos presidentes regionales o alcaldes locales hagan algo. Hay que hacerlo desde el gobierno central. No queda otra.

Como se ve, existe demasiada ignorancia y mala fe en torno a la actividad minera que, pese a todo, sigue siendo el motor de nuestra economía y el mayor componente de nuestros ingresos. Este gobierno ya cumplió una de sus mayores propuestas electorales: cobrarle más impuestos a las empresas mineras. Bien por ello. Pero no va a poder cobar si los radicales de izquierda le cierran el caño minero. Hay una gran distancia entre poner a las mineras frente a la necesidad de pagar más impuestos sin dejar de ser competitivos internacionalmente, y echar del país a las mineras, que es lo que busca la izquierda radical.

Hay que entender que el Perú es minero. Antes que nada es minero. Después será agrícola, pesquero, lo que quieran, pero primero es minero. Acá no hay ningún problema con el agua porque hoy se tiene la tecnología necesaria para que el agua no sea un problema. En Tía María lo demostraron al colocar plantas de desalinización de agua de mar, pero ni con eso los dejaron operar. Hoy el agua no es ningún problema. Entiéndanlo de una vez.

El nerviosismo de la izquierda es una reacción del apoyo del gobierno a la minería. Sin duda los cavernícolas de la izquierda daban por seguro que después de apoyar a Ollanta Humala en su campaña tenían el camino abierto para expulsar a todas las compañías mineras del Perú, y volver a la miseria de antes, como ocurrió en la época del dictador Velasco. Pero hay que reconocer que Ollanta ha sabido ser consecuente con su responsabilidad de gobernante.

Sin duda Ollanta ya se ha dado cuenta que los males que le achacan los demagogos a la minería no es sino un mal del propio Estado peruano. Es el Estado que cobra las ingentes riquezas de la actividad minera el que debe ejecutar los proyectos que beneficien a la nación. Es cierto que nadie puede entender por qué Cajamarca, que es una fuente de riquezas no tiene, por ejemplo, un hospital de primer nivel nivel. ¿Es eso culpa de la empresa minera? No. No lo es.

Ya es hora de que el Estado empiece a servir al pueblo y deje de echarle la culpa de su propia ineficiencia a otros. La minería es necesaria. Hay tecnología para cuidar el medio ambiente. Hay que exigirle al Estado cumplir su misión de supervisar los compromisos ambientales de las mineras y de otorgarle a las poblaciones del territorio minero los beneficios a que tienen derecho. Hay que hablar las cosas claras.

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Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social