Reforma electoral y partidos políticos
¿Por qué no hacemos una Ley del Fútbol para mejorar nuestro deporte rey? ¿O una Ley de Equipos de Fútbol para garantizar su eficiencia y transparencia en pos de alcanzar el éxito deportivo que nos es tan esquivo? Podríamos encargar la supervisión de los clubes a una Superintendencia Nacional del Fútbol. ¿Por qué no? Creo que todo eso va a tono con el pensamiento dominante nacional. Si a usted le parece que estas propuestas no son más que puras estupideces está en lo correcto. Son exactamente eso. Usted pertenece a una minoría, pues por desgracia, esta clase de propuestas constituyen la forma más tradicional -y además políticamente correcta- de pensar en nuestro amado Perusalén.
Lo mismo ocurre con la Ley de Partidos Políticos. Tenemos distinguidos intelectuales diseñando una utopía con la noble intención de mejorar la clase política y fortalecer la democracia y sus instituciones con una maravillosa ley. Una ley que ya ha fracasado clamorosamente pero que ahora insisten en modificar. Desde luego, las modificaciones volverán a fracasar sin ninguna duda. Pero lo último que se cura en el Perú es la obsesión por la ley. Claro que se necesitan leyes pero estas tienen que ordenar procesos y no pretender crear algo que no existe. Por ejemplo, se requiere una ley que norme el proceso electoral, pero no una que se meta dentro de los partidos políticos para decirles como tienen que ordenar su casa o “promover” más partidos políticos.
En realidad no debería existir una Ley de Partidos Políticos. Así de simple. Las personas (y menos la “clase política”) o las instituciones no mejoran o se fortalecen por leyes. Eso no es más que una fantasía. Veamos un ejemplo: tenemos todas las leyes e instituciones (es decir el sistema completo) para luchar contra la delincuencia y la corrupción y sin embargo nos hundimos en corrupción y delincuencia. O sea, no depende de eso. Sin embargo, tenemos una clase intelectual que cree que las leyes son varitas mágicas y no se cansan de recetarnos más leyes, incluso allí donde las leyes ya fracasaron. En el caso de la delincuencia no hacen más que dar vueltas sobre el mismo tema, creando más delitos y aumentando las penas y prohibiciones.
Nunca a lo largo de nuestra historia republicana hemos necesitados una Ley de Partidos Políticos. Cuando la militancia existe, las elecciones internas son una necesidad natural o se arma el toletole. Y ningún partido necesita que le supervisen las elecciones internas, como tampoco lo necesita ningún club. No es tan difícil hacerlo. Tampoco necesitan que nadie les diga a cuántas personas pueden invitar a sus listas. ¡Por favor! Veo que en el Congreso han elevado la valla a 25% y eso se debe a que la mayoría de estos partidos son solo cascarón sin militantes ni cuadros, como el Partido Nacionalista. La realidad se impone: tienen que llenar la lista con invitados.
Tampoco necesitamos que la ley imponga ideologías de igualdad y género obligando a los partidos a reservar cuotas para mujeres y jóvenes. ¡Faltaba más! Es el totalitarismo ideológico en marcha, la ingeniería social que busca transformar la sociedad mediante glamorosas leyes que imponen normas para que la justicia ideal impere por la fuerza. El progresismo está lleno de estos iluminados genios del diseño social, cuyos experimentos totalitarios siempre bienintecionados no solo fracasan sino que causan estragos. Solo falta que legislen sobre cómo debemos organizar nuestro hogar para crear un nuevo hombre con conciencia social. Ya nos están haciendo leyes para la correcta alimentación.
La ley de partidos y sus reformas propuestas por los genios del diseño social, están plagadas de contradicciones y absurdos. Ya no hablemos de la ridícula financiación pública de los partidos que es abrir otra compuerta a la corrupción y al gasto social. Ahora quieren que el ONPE controle el lavado de activos como si esa fuera su función. Y hay cosas peores: están empeñados en facilitar la creación de más partidos, lo cual es un verdadero disparate. ¿Para qué tantos partidos? El multipartidismo es un cáncer para la democracia, como lo han sido los movimientos regionales en todo el país. Un partido político gira en torno a ideas nucleares de país y de gobierno. Es imposible pues que existan 25 ideas diferentes de país y de gobierno. ¡Es ridículo!
Lo que sobra acá son egos colosales, ambiciones desbocadas y delirios mentales. Hay toda una plaga de chiflados queriendo formar su propio partido y llegar a la presidencia. El proyecto progresista pretende abrir las puertas para que todos esos delirantes consagren su club de Toby como partido político. ¡No gracias! Eliminen esa Ley de Partidos Políticos. Basta con mejorar la ley electoral, donde deben fijarse las vallas para los participantes buscando calidad y no cantidad. Que tengan el valor de respetar la voluntad popular empezando por no hacer obligatorio el voto. Luego hay que impedir que los prontuariados, trepadores, inútiles y saltimbanquis entren a la política, eliminando los beneficios que los atraen, como los altos sueldos, personal pagado, lujos, inmunidad y otras perlas. Y todo eso se hace en una ley electoral. Nada más.