Lima en emergencia
Cada día es un suplicio manejar por Lima. Se pierden horas atorado en el tráfico y toneladas de combustible se queman en vano. Todo eso suma millones de dólares perdidos cada año. Además, se deteriora la salud mental y física de las personas. Sin embargo, esto a nadie le interesa, lo cual no es nada extraño en un país acostumbrado a vivir ignorando sus problemas. Es sorprendente el desprecio absoluto de los peruanos por las obras de infraestructura. Acá pretenden cambiar la realidad a base de leyes antes que con hechos y obras concretas.
Lima es un desastre, ya no se puede transitar. Tenemos un siglo de retraso en infraestructura urbana. Cuando en Buenos Aires corría su primer subterráneo, en Lima se inauguraba la Av. Arequipa, a la cual en todo este tiempo se le añadió solo un miserable pasito a desnivel, cuando hoy necesita al menos siete. Somos los últimos en todo. La desidia, la mezquindad y hasta la estupidez corroe a nuestras autoridades y clase política, que más parece hampa política porque se pasan la vida insultándose, acusándose, investigándose y sacándose los ojos, antes que discutiendo las soluciones de nuestros problemas. El tren eléctrico estuvo abandonado por 25 años y tuvo volver Alan García para terminarlo porque los demás le dieron la espalda. Alejandro Toledo montó un show para tomarse fotos y prometer su culminación, pero, para variar, mintió a todos.
La cultura peruana de la desidia y el desprecio por las obras de infraestructura se manifiesta plenamente frente a cada nueva iniciativa urbana, como el bypass de 28 de julio, ante el cual se parapetó una plaga de activistas opositores que nunca faltan en ninguna obra. Siempre hay esta suerte de maldición gitana de activistas anti obra que se oponen a todo y desprecian “la cultura del cemento y el ladrillo”. ¿Se puede ser más subdesarrollado?
Otro problema serio es que nuestras autoridades no saben priorizar. Los alcaldes quieren hacer lo que les gusta y no lo que se necesita. Quieren "promover" antes que resolver. Así es como nos estamos llenando de ciclovías que nadie utiliza. Ni el 1% de la población emplea bicicleta pero nuestra ciudad se ha llenado de ciclovías solo porque les resulta encantador y acorde con la moda ecológica. Para colmo, en una ciudad que sufre estrechez de vías las han recortado para darles paso a las ciclovías. Y no cualquier vía, ¡las principales! Así vemos que la principal avenida de Miraflores, la Av. Larco, ha sido recortada para abrir una ciclovía que solo sirve a 4 gatos domingueros. Y lo mismo pasa en la Av. Dos de Mayo en San Isidro donde ya es imposible transitar. Esta plaga de ciclovías fantasmales se hacen sin ningún criterio técnico y donde mejor les place a los alcaldes.
Ya es hora de declarar Lima en emergencia dotándola con los recursos para emprender con urgencia una gran red de obras viales que la coloque a la altura de los tiempos, enfrentando los problemas de la modernidad. No es posible que padezcamos este calvario diario sin que nadie reaccione. Necesitamos varios viaductos elevados y pasos a desnivel por doquier. Acá no se hace ni lo más elemental, como racionalizar el número de buses de transporte público que pasan por una misma vía, retirar las unidades con más de 15 años de antigüedad, reducir el número exorbitante de taxis y eliminar definitivamente las combis. ¡Ni eso! ¿No es increíble?
Para el centenario de la independencia el presidente Leguía remozó la ciudad de Lima con diversas obras, poniéndola un poco más acorde con los tiempos. Sería necesario que los candidatos presidenciales se comprometan a liderar la modernización de Lima para recibir el bicentenario con una ciudad menos caótica y subdesarrollada. Hay que asumir ese reto. Me comprometo a votar por ese candidato.
Fuente: "El Montonero"